Nació el 10 de setiembre de 1911, tres meses antes que Casbas, aunque en Guaminí. Don Marcos Vattuone, apellido real de Nelly Omar, fue un italiano de gran fuerza física, amigo de Carlos Gardel y de mi abuelo, Policarpo Elorza, a quien visitaba en su carpintería cuando iba al pueblo. Papá Rafael –el Negro- también conoció a los Vattuone. Cuando salió del primario, Nelly ingresó a la misma escuela.
“He decidido no atender el teléfono estos días y menos el sábado”, espetó Nelly a Mariano del Mazo, columnista de Página 12. “Quiero estar sola, dormir”. Quizá envuelta en recuerdos, porque ochenta años de cantora, como le agrada definirse, contiene extensa historia.
“Mi papá fue amigo de Gardel. Venía a mi pueblo, Guaminí y se pasaban todo el día hablando de carreras y todo eso y llevaba los discos. Una vez vino con Razzano a actuar. Después del recital vinieron a casa. Yo tenía siete años”. Claro, era 1916. Entonces el dúo Gardel-Razzano combinaban temas gauchescos con tangos que estrenaban las primeras letras. Ambos vestían de gauchos. Gardel, cara redonda, se peinaba con raya al medio.
No pasó por los estudios sistemáticos para aprender a cantar, aunque estudió piano. Compuso la música para El último Organito, pero Homero Manzi, con quien se amaron, le hizo firmar a su hijo Acho la música. “Hace un tiempo Acho me llamó por si necesitaba algo y se la mandé a guardar; le dije sí, que me devuelvas el tango que me robaron tu padre y vos”. Nelly no le guarda rencor a Manzi, fallecido en 1951. El amor tiene la virtud de olvidar agravios.
De joven fue bellísima, morocha de ojos marrones, cutis blanco y bien formado. “Yo aprendí a cantar escuchando a Gardel”, qué mejor escuela puede uno preguntarse. Estuvo por ser aviadora, junto a su amiga Eva Duarte, en 1940. Entonces ambas eran conocidas. Nelly debutó en Radio Splendid en 1932 y Eva en Belgrano cuatro años después y en la película la Cabalgata del Circo. Las mujeres más peronistas que se conocen, seguramente.
Nelly Omar siempre abordó los dos temas: el rural y el urbano y con ambos se inició en Splendid, que llegó respaldada por Ignacio Corsini y Agustín Magaldi, nada menos. Magaldi, fue, por etapas, competencia no buscada de Gardel y cuando éste se fue y no volvió, en 1934, Magaldi, con un solo pulmón, fue considerado por el sustituto. Azucena Maizani fue la ídola de Nelly. “Para mí fue la mejor”. Y también considera a Libertad Lamarque, quien la ayudó mucho, probablemente en el exilio de Nelly prohibida, como otras y otros, por el antiperonismo de la autotitulada Revolución Libertadora. Sobrevivió como pudo en Uruguay y Venezuela. Desde entonces usa el poncho “para cubrir la humildad de mis vestidos”, pero también es un símbolo gaucho, la envoltura de sus recuerdos camperos vividos con sus padres en tiempos que don Marcos regenteaba un campo en Guaminí. Fue un jugador de todo tipo el viejo Vattuone. En la cancha de pelota le jugó una apuesta a un concurrente que levantaría en una pala ancha al viejo Lápiz, que pesaba cien kilos. Lo subió medio metro del piso. Los Lápiz y Elorza somos parientes.
“Los cien años los voy a esperar tranquila, sola, con el teléfono desconectado, si es posible”. Sin embargo, le admitió al periodista de Página 12 que “me gustaría tener un hombre al lado”. Tiene muchos pero no entran en su departamento.
Setiembre 5
Canono Elorza
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