sábado, 19 de abril de 2014

Narrativa "El hombre solitario"


Abelardo Acuña era un personaje raro para todos, hace algunos años había llegado a la estancia "El potrillo manco" pidiendo trabajo recomendado de otra estancia donde había estado un tiempo de domador; el patrón necesitaba justo un hombre así para su tropilla y decidió contratarlo; nosotros teníamos una pieza grande donde dormíamos cuatro peones; pero el pidió, si era posible una pieza distinta, decía que el amaba sus momentos de soledad y el capataz le ofreció la piecita del fondo, chica, pero confortable; tenia los lujos mínimos de una vieja casa de personal, un catre, una mesita chica, dos sillas y un ropero viejo; el se aquerencio en ese campo; cada tanto pedía un día y se marchaba acaballo al pueblo; nunca acepto nuestras invitaciones cuando marchábamos en la camioneta; el prefería andar solo; todos nos preguntábamos que historia de vida habría detrás de esta soledad; en realidad con el tiempo nos parecía natural verlo solitario trabajar los potros, tomar mate solo en la cocina y marcharse muy temprano a sus tareas; el capataz con el tiempo comenzó a sentir admiración por la tarea que realizaba Abelardo; en poco menos de un año había formado una tropilla de caballos de rienda sumamente dóciles; era hora de participar con la tropilla en el Aniversario de la Ciudad pensó Juan Carlos; el dueño de la estancia y dio la orden; Abelardo y Juan Rivas debían llevar la tropilla y hacerlos desfilar en la fiesta organizada por el intendente de Colonia la primavera.

Al día siguiente toda la peonada y me incluyo estábamos emocionados frente al palco principal esperando el paso de nuestra tropilla; pero algo estaba pasando la fiesta comenzaba y no veíamos por ningún lado los caballos de la estancia
(continuara)

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